Desde
hace tiempo dejé de estar al pendiente de las películas de animación japonesa
que están disponibles, ahora dejo que los filmes me encuentren a mí. Con muy contadas excepciones, las únicas obras de Anime que me interesan en la actualidad son
las de mi querido Studio Ghibli.
Ya tenía unos meses que me saltaba el nombre
de la Princesa Kaguya, algunas personas me la mencionaban (en el trabajo o en
clase de japonés) o a veces la veía en algún aparador. Así que estaba dispuesto
a comprarla la siguiente vez que la viera a buen precio.
Para
mi sorpresa, vi que los de Cinemex la iban a proyectar un único día y, como
trato de aprovechar cualquier oportunidad que tengo para ver Anime de calidad en
la pantalla grande, no dude en asistir. Sólo una película así podía terminar
con mi ayuno de 9 meses sin ir al cine.
Amo
las obras de Studio Ghibli, en especial las de Hayao Miyazaki, son mis
favoritas. Sin embargo, “El Cuento de la Princesa Kaguya” fue realizado por el
Señor Isao Takahata, cuyas películas también me gustan, pero siempre han estado
detrás de las de Miyazaki, ya que no alcanza la magia de éste.
No
me voy a dejar llevar por el momento, ni me voy a dejar embriagar por el buen
sabor de boca que me dejo la historia, pero puedo decirles que “La Princesa
Kaguya” es la película de Takahata que más se le acerca en magia y clase a las
de Miyazaki y, para mí, es la mejor obra del buen Isao Sensei.
SPOILER ALERT: Como cada ocasión
que trato una obra que me gusta, es mi deber informar que voy a contar con lujo
de detalle las escenas más relevantes así que, si pretende ver este filme, deje
de leer y algún día, cuando finalmente lo haya visto, le agradeceré que regrese
a conocer mi opinión.
Cuando
empezó la proyección mi emoción fue enorme al ver que estaba subtitulada ¡Qué
maravilla! Adoro cuando puedo ver la obra en su idioma original porque,
normalmente, en México se tiene el prejuicio que todas las animaciones son para
niños y, por ende, necesitan ser dobladas. Por fortuna, como esta proyección
fue considerada como cine de arte más que infantil, me vi beneficiado con el japonés.
Y
es que “La Princesa Kaguya” puede ser vista por niños, ya que no hay nada
inapropiado para ellos, pero creo que el ritmo y la temática es más apreciada
por los adultos que por los chamacos.
Como
no había hecho ninguna investigación previa, todo me fue sorprendiendo, en
especial es estilo de dibujo, como el de los antiguos lienzos nipones. La estética
es una auténtica delicia, porque los trazos parecen estar hechos a pincel por
lo que, aunque se ve sencillo, tiene una reconfortante y nostálgica elegancia. Aunque
es una obra reciente (2013), te da la impresión de que es muy antigua, ya que el
estilo de animación me recordó a muchas de los 70’s (En especial “Kamui: el
Ninja desertor”).
Algo
que tienen las obras de Ghibli, y del cine japonés en general, es que los
argumentos suelen ser sencillos pero no simples, con mucha esencia. “La
Princesa Kaguya” no es la excepción, ya que la historia no es compleja o
indescifrable, pero aun así te aporta mucho.
Por
ejemplo, en el “Bullying” que le hacían los niños al llamarla “Niña Bambú”
(Take no ko), a pesar de que su papá se ofendía, la princesa no se enganchaba y
hasta se reía con ellos. Me sorprendió cómo su falta de resistencia evitó un conflicto
o trauma y, de hecho, fue aceptada por su actitud tan relajada. Obvio también pesó
Sutemaru y la lealtad del resto de niños, que no se ensañaron con ella y la aceptaron.
“Se
ve más fácil la espiga en el ojo ajena que la viga en el propio”. En el
argumento resultaba obvia que la decisión paterna era una estupidez desde su
concepción: “Debe vivir como Princesa, no va a ser una chica pueblerina, y así
va a ser feliz”. Resulta tan cómica como grosera la analogía con la sociedad humana, sin importar cultura o época, la gente siempre cree que hay una fórmula
para la felicidad universal que es deseable para todos.
Fue
impactante el momento en que arrancaron a “Take no ko” de su tranquila
existencia: en uno de los días más felices que había tenido. Justo entonces
llego su papá para llevársela “a que fueran felices” en la capital. De hecho me
resulta violento, moralmente hablando, cómo le dice “Deja todo y vámonos”, pero
me rompió el corazón cuando la princesa pregunta de manera inocente “¿Estaremos
de regreso para la cena con mis amigos?” Fue una escena enternecedora y, al
mismo tiempo, cruel.
Soy
amante de la cultura japonesa, pero no precisamente de las costumbres antiguas,
y mucho menos de las cuestiones machistas que los caracteriza. A pesar de ello,
resultaron fascinantes todos esos aspectos que se cuidaban en la alta sociedad
nipona de la antigüedad. Tantas costumbres y creencias que, aunque ahora nos
parecen estúpidas a muchos, la gente se los tomaba con total solemnidad (y no
quiere decir que muchas de las actuales no sean estúpidas por el hecho de ser
más recientes).
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Sutemaru empieza a ver con otros ojos a Kaguya |
“Si
me depilas las cejas me va a caer sudor en los ojos” reclamaba Kaguya, “Las
Princesas no sudan” le respondía su institutriz “Yo sí sudó cuando corro” le
replicó la chica “Las Princesas no corren” recibió como respuesta. Un diálogo
sencillo pero que nos demuestra la eterna lucha entre el sentido común y los
dogmas. La etapa de la “educación” de la princesa me resultó muy reveladora en
cómo los humanos nos esforzamos en anular lo natural, lo auténtico o real en
nuestro ser, para sustituirlo con las convenciones sociales que todos
“deberíamos” aceptar como incuestionables.
Pero
la institutriz sólo hacía el trabajo que le encomendaron los padres. A veces a
los progenitores se les olvida que son una especie de “facilitadores” para que
sus hijos crezcan y salgan adelante, no unos administradores o dueños de los
mismos para dictaminar el resto de su camino. Así que es fácil tomar a los
engendros como un medio para satisfacer los sueños o anhelos frustrados
propios.
Me
resonaba mucho cómo el papá le decía “Tienes que aprender a ser una princesa
para que seas Feliz”, “Debes casarte con un noble para ser feliz”, “Debes vivir
en un castillo para ser feliz”, puras ideas preconcebidas, pero NUNCA le
preguntó a ella qué quería para ser feliz, porque en la cabeza paterna no
entraba la posibilidad de aceptar que la felicidad de la jovencita estaba en la
rutina sencilla del campo.
Y
eso no quiere decir que todos debamos mudarnos al campo, sólo significa que la
felicidad de unos (aunque sean la mayoría) no significa la de todos. Mis padres
nos sacaron del DF a un pueblo por calidad de vida, nosotros no lo pedimos, de
hecho lo sufrimos. A la larga fue una buena decisión, pero no resultó en la
felicidad automática que ellos esperaban “Porque deberíamos ser felices de
vivir en un pueblo”. Resultó positivo porque nos sacaron del Caos de una gran urbe
como la capital mexicana, ya de ahí cada cual encontró su camino, pero fuera
del Pueblo en cuestión, en donde nunca encontré la pretendida felicidad.

En
la presentación ante sociedad de Kaguya, unos borrachines cuestionan a su padre
sobre la falta de nobleza de la chica. Al escuchar esto, la princesa se enoja,
pero no por ella, sino por la estupidez de la gente que estaba haciendo sufrir
a su papá, sobre los prejuicios pendejos de entes ignorantes y corrientes que
consideran que la valía de un humano está en el origen, un nombre o un cargo. Y
ahí se dio la que, para mí, es la escena maestra de esta obra, una que podría
resultar irrelevante pero que expresó mucho sin necesidad de dialogo.
La
muchacha se enfurece y sale huyendo. La secuencia de la huida es soberbia,
excepcional, orgánica, violenta, desesperada, caótica y demás. Resulta
frenética sin cambiar el estilo de dibujo, respetando la pinceladas la
animación; una genialidad gráfica que nos expresa lo inexpresable del
sentimiento de Kaguya: toda su ira, su pena, su indignación, su libertad, su
frustración y tantas cosas que no se podían explicar con palabras, así que lo
hicieron con una escena excepcional, una de las mejores secuencias cinematográficas
que haya visto desde que tengo memoria, y no sólo me refiero a animaciones,
sino al cine en general. Dicho pasaje me dejó tan perplejo como emocionado, tan
afectado como aliviado, todo el torbellino de emociones que recibes es un logro
excepcional que hay que reconocerle al realizador.
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Parte de una secuencia genial |
Pero
la genialidad no acabó ahí. Cuando Kaguya regresa a su lugar de origen,
encontrando que sus amigos se han marchado, tiene un dialogo profundo con un lugareño
que, sin pretenderlo, le abrió los ojos hacia la paciencia, la comprensión, la
empatía y a que la vida sigue su curso, a que no debemos oponernos a ella, sino
aprender a fluir con la corriente y ésta nos pondrá en donde debamos de estar.
Y
así encontramos a Kaguya, caminando en la nieve, con el alma más tranquila tras
emociones tan intensas, encontró respuestas en un extraño que sólo vio unos
segundos, pero le brindó una tranquilidad inesperada, así que se rinde y acepta
el destino que le ha tocado por el momento, y decide fluir para ver a dónde la
lleva este camino.
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Rendida en la nieve |
Kaguya
le entra al juego de la nobleza, rinde su resistencia y empieza a moverse
conforme a las reglas. Sin embargo no renuncia a su esencia, sólo aprende a
expresarla con las herramientas que le están dando (como su magnífica
interpretación del Koto).
Me
encantó cómo manejó la situación con sus nobles pretendientes, poniéndolos en
su lugar y dándoles unas bofetadas con guante blanco, esto al evidenciarles que
las palabras son fáciles de pronunciar, pero respaldarlas con hechos ya resulta
más difícil. Tal vez no haya sido un humor hilarante, pero resultaron chuscas
las situaciones en que cada cual se puso para alcanzar su amor.
Mientras
todo eso acontecía, Kaguya y su madre tenían su rinconcito de sencillez, un
escape a todo ese mundo frívolo y hueco, un lugar dentro de la mansión que les
permitía ser ellas, quitarse las máscaras y no complacer a nadie. Un lugar
sencillo, sin ninguna pretensión, que emulaba a la perfección su rutina en el
campo. Y al ver esto, la pregunta es obligada, ¿Por qué sacrificar lo que te
hace feliz por algo que te “debería” hacer feliz?
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Aprendiendo el arte de la vida a través de las flores |
Pero
no todos lo entendían así, como el papá de Kaguya cuando dice “Es que no
podemos regresar con esos simples y burdos campesinos”. Qué fácil se nos olvida
que no hemos nacido en cuna de oro. Y recordé la comida que tuve unas horas
atrás ese mismo día.
Gokú,
Pokemón, Hans y yo fuimos a un Buffet en La María, una zona sencilla (por no
decir pobre) de Puebla, por lo que Gokú dijo “Vamos a ver qué gestos hace Hebert”.
Obvio resulta incómodo cuando todos se te quedaban viendo por ir de traje en
una fondita sencilla, pero dejando ese detalle atrás, no me afecto comer en un
lugar así. Una cosa es que hayas ido superando las posibilidades que te dieron
en casa y otra muy distinta que olvides tus orígenes, así que comí muy a gusto.
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¿Qué le podía decir Sutemaru a Kaguya? |
Volviendo
con el tema de los pretendientes, veamos al principal, el que nunca lo fue
oficialmente pero que era el elegido. Cuando Kaguya se encuentra con Sutemaru
en el marcado, mientras éste robaba un pollo, fue un momento extraño. Dos seres
que comparten un pasado están alejados por barreras sociales, mismas que son
invisibles pero que te impiden acercarte. Ambos se quedaron impávidos, sin nada
qué decir pero, honestamente, ¿Qué se
podían decir? Una escena que parece muy superficial pero que después comprendes
todo su impacto.
Otro
pasaje que a primera vista es irrelevante pero que tiene mucha “carnita” es
cuando Kaguya sale con su madre al Hanami, y mientras disfruta de manera
natural de la belleza de los Cerezos, se topa con gente humilde que le ofrece
disculpas por haberla importunado. Nuestra protagonista se enoja, pero no con
los campesinos, sino con la estúpida sociedad que por su belleza, vestimenta o
lo que la rodea, le dan una importancia exagerada, cuando todos tienen derecho
a disfrutar del mundo, y no sólo los afortunados o acaudalados. Entendiendo que
su sencillez y naturalidad han sido cubiertas por los ropajes elegantes y los
maquillajes sofisticados, se enoja y pide regresar de inmediato.
Los
humanos queremos lo que no podemos tener, es algo universal en nuestra
naturaleza. Cuando el emperador se entera de toda la atención que genera la
chica, ordena que se integre a su corte; al negarse ella, encendió más el deseo
del Gobernante, y fue a buscarla de manera personal. “Es que tú vas a ser feliz
conmigo” le dice Su Majestad mientras la abraza de manera intempestiva y
agobiante, y Kaguya huye de manera elegante.
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Viendo las cosas desde otra perspectiva |
Esta escena me
deja en claro que todos tendemos a creernos el rol que nos da la sociedad; al
Emperador en Japón se le consideraba un Dios, éste se la acababa creyendo, por
eso la observación tan pretenciosa de “Vas a ser feliz conmigo”. La gente sigue
sin entender, desde tiempos inmemorables, que en los sentimientos humanos no se
manda.
Decía
Kaguya que cuando sintió el abrazo tan invasivo del Emperador, lanzó su
plegaria a la Luna de “Quiero irme”, y la entiendo. La escena fue muy sutil,
pero sientes lo gandaya del abrazo y la actitud tan irrespetuosa del Monarca.
Aunque la chica ya había tenido pasajes desagradables durante la historia, ese apretón
resultó desconocido y violento moralmente hablando.
Comprendió que
hay gente en el mundo que no respeta tu integridad, tu privacidad, tu espacio
ni tu bienestar. Entender eso es un golpe tremendo a tu inocencia, y cuando
pierdes un buen tramo de esa limpieza en tu ser sólo te queda ese sentimiento
de (parafraseando a la querida Mafalda) “¡Paren el mundo! ¡Me quiero bajar!”.
Casi todos nos amolamos y debemos seguir en este planeta, porque no tenemos a
dónde escapar, pero a Kaguya sí se le hizo realidad y va a volver a casa.
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Momentos de simple felicidad |
“No
vamos a permitir que te lleven” le dice el papá. Es gracioso lo prepotentes y
ególatras que somos los humanos, que nos creemos todopoderosos y soñamos que
podemos controlar todo a nuestro alrededor. Y fue tal la ceguera que, en lugar
de disfrutar los últimos días de su hija en la tierra, se enfocó más en montar
una defensa, de antemano, era inútil.
Kaguya
sí entendía que era el final, y regresó a su hogar a despedirse. Y es cuando se
encuentra con Sutemaru, su verdadero amor, del cual fue separada sin mayor
explicación. Es un reencuentro bonito, pero el momento más bello fue cuando le
dice “¡Huyamos a donde nadie nos encuentre!” y ella le responde que es
imposible, que no pueden huir “Porque ya me han encontrado”.
Sutemaru
insiste, y esa actitud comprometida y auténtica conmueve a la princesa ¡y
huyen! Dando una secuencia muy bella y enternecedora. Al final ambos sabían que
no podían escapar de sus respectivos destinos, pero el hecho de permitirse, tan
sólo un momento, huir de sus realidades, fue un detalle tan valioso, que Kaguya
le siguió el juego lo más posible.
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El Reencuentro |
Después de ese
pequeño idilio, ese breve permiso que se dieron para consumar su amor
platónico, regresaron a la realidad para afrontar sus respectivos destinos:
Kaguya volviendo a la Luna y Sutemaru con su familia. ¿Fue algo breve? Ciertamente
¿Fue injusto? Hay quien ni siquiera tuvo esa oportunidad, así que para ambos
fue un tesoro invaluable, al cual no todos tienen acceso en su paso por este
planeta.
Antes de pasar a
la escena final, quiero comentar un poco de la música. Joe Hisaishi es un genio,
uno de los compositores más virtuosos que me ha tocado escuchar. Su música
siempre acompaña de manera soberbia la acción en la pantalla. El Score de la
película no es el mejor de su extensa y sublime trayectoria, pero no por ello
deja de ser una música hermosa.
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Parte trasera del Soundtrack |
Dentro del
Soundtrack, está “Warabe Uta” que Kaguya canta desde pequeña y en otras ocasiones
durante el filme. Melodía que le escuchó a otra mujer en la luna (¿Acaso su verdadera
madre?) y de ahí le surgió el anhelo de visitar este planeta del cual se expresaba
con tanta nostalgia. Sentimiento que le ocasionó lágrimas la primera vez que la
cantó de niña humana (y que no comprendía por qué lloraba), pero que acabó de
comprender antes de regresar a la Luna. Una simple melodía de amor, pero no de
pareja, sino de un espectro más amplio: el que se siente por estar vivo.
De igual manera,
otra hermosa canción es la de los créditos finales: Inochi no Kiuku (Memorias
de Vida). La letra tiene una belleza y profundidad que te complementa la
sensación tan cálida que tienes en el pecho tras haber disfrutado una obra de
arte tan íntima y humana. Un Soundtrack que definitivamente vale la pena.
Ahora sí,
pasemos al cierre de la obra.
Cuando
vienen por Kaguya desde la Luna acabé de comprender la analogía de la historia:
es el ciclo de la vida en sí. Al final todos tenemos una existencia, que a veces aprovechamos y la mayoría del tiempo desperdiciamos, porque creemos que
será eterna, que ahí estará siempre que queramos aprovecharla, por lo mientras
nos perdemos en rituales, apariencias, creencias, eventos y demás. Se nos
olvida lo que es importante para nosotros y empezamos a poner atención en lo
que los demás nos dicen que debe ser valioso.
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Se da cuenta de la estupidez humana |
Al
ponerle el manto que le hace olvidar todo, el mensaje es aún más profundo:
hagas lo que hagas (o dejes de hacer) en este mundo, al final es irrelevante,
porque todo va a quedar en el olvido, va a quedar atrás. Todos tus aciertos y
errores, lo bueno y malo, las risas y lágrimas, los sentimientos más puros y
los más oscuros, todo va a quedar en el pasado y se desvanecerá. No habrá nadie
que siga juzgándonos o aplaudiéndonos. Sólo importará lo que aprovechaste en el momento que tuviste la oportunidad, sólo ese momento y nada más.
Pero no
entendemos, y creemos que nuestra existencia es en extremo importante, nos
estresan las consecuencias de nuestros actos porque vamos a quedar “marcados”
el resto de nuestros días. ¿Recuerdan la actitud de Kaguya cuando le llamaron
“Take no Ko”? No le importó y simplemente fluyó. Y esa actitud es la que
seguimos sin aprender (y tal vez nunca asimilemos), porque nos tomamos
demasiado en serio como para permitirnos vivir.
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Huyendo con Sutemaru |
Eso fue lo que
no entendía Kaguya, porque intentó disfrutar tanto cómo le fue posible, pero la
sociedad le ponía trabas para ello. Habitar un mundo que no entendía podía
llegar a ser frustrante, aunque ella tuvo suerte, porque pudo regresar a la
Luna. Habemos otros que tampoco entendemos este lugar y debemos seguir en él.
“El cuento de la
Princesa Kaguya” no es, por mucho, una película comercial, pero es una
excelente obra en general. Sin duda habrá animaciones que recauden más dinero,
fans, premios o aplausos alrededor del orbe, y no por ello son mejores que esta
bella obra de Isao Takahata que simplemente ame. :’-)
Hebert Gutiérrez Morales.