Corro solo por el mundo, lo hago así la gran mayoría de las veces. En ocasiones he encontrado personas valientes (o pacientes) que me han acompañado en parte del camino. Sin embargo, mi manera de transitar por la vida tan desconcertante (hasta para mí) acaba alejando a mis acompañantes intermitentes. Por lo mismo sigo yendo a solas por mi camino, con la esperanza que, durante mi trote, le encuentre sentido a un mundo que carece del mismo.
viernes, 28 de noviembre de 2014
Mustia sociedad de apariencias
“En esta mustia sociedad lo importante es aparentar ser civilizado, mas no serlo” – Hebert Gutiérrez Morales
lunes, 24 de noviembre de 2014
Miedo a vivir
“Nunca he tenido miedo de morir pero, sólo una bendita vez en mi mendiga existencia, me gustaría tener el valor de vivir” – Hebert Gutiérrez Morales.
sábado, 22 de noviembre de 2014
Limpiando la “casa”
Me
siento a escribir esto y, de manera sorpresiva, me rehúso a hacerlo: “Ya no
quiero escribir” me digo “¿Qué caso tiene?” me cuestiono. Como no sé qué
responderme, voy al baño, me relajo, twitteo un rato, preparo el traje que me
voy a poner el Lunes y encuentro qué responderme “Lo más probable es que no
tenga caso, lo más seguro es que sea una pérdida de tiempo pero ¿tienes algo mejor que hacer?”. Como este fin de semana estoy libre, encuentro mi argumento “matón”
y, no lo voy a negar, a regañadientes empiezo a teclear.
Y
dije que fue sorpresiva mi actitud a negarme a escribir porque tría un envión
anímico muy importante. Hoy, después de no sé qué tanto tiempo, me puse a
limpiar mi hogar. Nunca me había dado cuenta lo terapéutico que resulta asear
tu morada. Adicionalmente me puse a lavar ropa y a escombrar, sacar cosas para
regalar o para tirar; y ya encarrerados, hasta borrar números de mi celular con
los que ya no tengo contacto (si ya no hablamos, es por algo).
Mientras
hacia la limpieza, llegó la analogía a mi ser: “También tienes que limpiar lo que
estás cargando, también debes limpiar tu dolor. Tienes que dejarla ir”. Al
recordar esto, ya tengo otra vez clara la función de este ensayo: Limpiar mi “casa”
interna, sacar el dolor a través de los párrafos, tener espacio en mí, que esté
pulcro y no con el polvo acumulado. Y no es necesario que ingrese nadie más por
el momento, sólo quiero que esté limpio para mí.
Así
que, aclarada la utilidad de este escrito, procedo a desahogarme en este Diario
personal público o, su nombre práctico, Blog.
Es
extraño, debería dolerme mucho, y creo que así es pero, convenientemente, se me
“olvida”. Por fortuna mis días han estado tan ocupados que no tengo tiempo para
pensar en mi duelo (Sólo estos breves momentos en que me permito reflexionar al
respecto).
Creo
que, sin hacerlo de manera voluntaria, estoy difiriendo mi dolor a largo plazo.
El trabajo (espero) debe estar más tranquilo para Enero o Febrero, que es
cuando termina la NFL, entonces veré que tan dañado sigo, qué tanto he
acomodado y qué tanto dolor me falta por trabajar. Pero ahora no me preocupo
tanto, en un par de meses ya veré qué hago.
“El
problema es que usted piensa demasiado Herr Gutiérrez” solía decirme mi amada Musa, y vaya que tenía razón. Así que ahora procuro no pensar en demasía de
hecho, si se puede, trato de no pensar en absoluto, en la medida de lo posible
trato de mantenerme en piloto automático.
En
mi interior se están moviendo muchas cosas, situaciones que se están
acomodando, personas y actividades que están saliendo y entrando de mi
existencia. Y el hecho de que no me flagele tanto con los “hubiera” me está
ayudando, porque si soy duro con los demás, no saben lo cruel y/o despiadado
que puedo llegar a ser conmigo mismo.
Tal
vez, si sigo así, un día cicatrizará la herida.
Sólo
platico del tema abiertamente con tres personas: una es mi terapeuta, otra es Lesly
(que es la mejor amiga que uno puede tener) y la tercera es otra amiga que está
en su propio proceso de duelo amoroso, fuera de ellas no trato el tema con
nadie y, hasta con ellas, lo hago de manera muy esporádica (a excepción de
terapia, en donde es mi asunto principal).
De
hecho, la gran mayoría del tiempo sigo con mi vida normal, pretendo que estos
recuerdos no son míos, que le pasaron a alguien más, como si los hubiera leído
en un libro o visto en una película. Hago como si mi existencia no hubiera
sufrido ningún cambio de dos años para acá, que nunca me crucé con la mirada más hermosa que jamás haya visto, que nunca conocí a la mujer más maravillosa
de la existencia. Pretendo que todo está bien y a veces hasta me lo creo. Sólo
espero que, con el tiempo, llegue a ser verdad y en lugar de fingirlo.
Pero,
por más que diga que estoy con una rutina normal, hay factores que me indican
lo contrario. En la semana, y de manera fortuita, terminé comiendo con las mujeres de mi oficina (que son mayoría), y las muy montoneras se me fueron
encima con recriminaciones de que he estado muy Grinch “Es natural porque se
acerca la navidad” intenté defenderme, pero no se conformaron y me acusaron que
ya no era dulce, ni tierno ni no sé qué tantas fantasías frustradas proyectadas
en mi persona.
Idealizaciones
aparte, sé que tienen razón, ya no soy tan “lindo” como antes, la verdad no me
nace, y no veo por qué serlo si no estoy de buenas. Tal vez siempre he sido un
Monstruo, con la diferencia de que al estar con mi Schatzie, todo lo bueno en
mí florecía de manera natural. Y ahora que ya no está, es factible que este
regresando a mi verdadera esencia, una no tan bella.
Dicen
que lo más parecido a un Zombie son las personas con los corazones rotos, porque
te vuelves un monstruo desalmado que sólo quiere dañar a lo demás, y no me
gustaría llegar a esos extremos.
Esa
es la gran bendición/maldición de enamorarse intensamente porque, por lo
general, no acaba bien: puedes terminar con el corazón y los sueños rotos,
retirándote y buscando lo que te queda de dignidad o, si logras tu relación,
con el tiempo se puede ir desgastando la magia y también terminas decepcionado
de ya no estar con la persona que en un inicio te hacía ver estrellitas (no
todas, aclaro, pero sí la mayoría de las que he visto).
Y
aun así soñamos, lo hacemos aunque nos prometamos no volverlo a hacer, aunque
el dolor nos carcoma e intentemos blindarnos. Soñamos que podemos ser de ese
breve porcentaje de gente que logra una relación estable y productiva, de esas
que se nos clavan en el inconsciente gracias a los cuentos de hadas y a los
clásicos finales Disney.
Aunque
el dolor sea muy profundo y la herida visible, cuando te enamoras, se te olvida
todo y lo vuelves a intentar. Pero hay un hecho irrefutable y que, aunque lo
conozco de manera teórica, en la práctica siempre se me olvida: No es lo mismo
amar mucho que amar bien, desbordar todo lo que sientes no es inteligente y,
casi siempre, logras el efecto contrario al pretendido, por esa falta de madurez y serenidad que juegan en tu contra.
La
otra vez en twitter encontré una idea que me encantó: “Sólo debes andar con
alguien con quien te casarías porque, de lo contrario, sólo estás perdiendo tu
tiempo”. Puedo decir que lo que pretendía alcanzar con mi Musa era una relación
a largo plazo, obviamente casarnos era mi sueño.
De hecho,
haciendo memoria, casi siempre he pretendido a mujeres con cualidades
suficientes para querer casarme con ellas pero, irónicamente, la única que no cumplía
con esas características fue con la que me casé. Sé que suena horrible, pero
así fue, aunque sin ese matrimonio no sería quien soy hoy. No estoy exactamente
feliz conmigo hoy mismo, pero sé que no habría crecido y aprendido tanto sin esa
relación fallida. Eventualmente volveré a estar feliz con quien soy en la
actualidad, pero ya me desvié del tema.
Si
todos tuviéramos esa actitud de salir sólo con personas con las que nos
podríamos casar, en lugar de salir con lo primero medianamente aceptable que se
nos presenta, motivados por ese miedo a estar solos, sin duda el dolor
disminuiría en el mundo, y nos ahorraríamos muchas “alas cortadas” o sueños
rotos de pobres ilusos que pretenden morder más de lo que pueden masticar.
En
otro orden de ideas, ayer estrenaron la primera parte de “El Sinsajo”, la
tercera parte de la saga de Hunger Games y un recuerdo triste vino a mi mente.
Hace unos meses estábamos en el cine, abrazados, y vimos los cortos de dicha
película y le dije “¿Vamos a verla cuando salga?” y ella, con un tono entre juguetón
y recriminador me decía “¡Me encantaría! Sólo espero que aún me hables en esas
fechas” Obviamente le contesté que sí le iba a hablar, además de amarla para
siempre, y la colme de apapachos.
¿Saben?
Odio romper mis promesas, con cualquier persona, pero en especial, odio romper
esta última, y me duele más por el comentario que ella hizo “si es que aún me
hablas” Y no la podía culpar, ya nos habíamos separado un par de ocasiones (¿o
ya iban tres?) ¿Quién la podía culpar por dudar de mí? Me siento terrible con
dicho recuerdo pero, irónicamente, ahora debo de ver dicha película aunque sea
sin ella ¿Por qué? No lo sé, pero creo que me haría daño si me niego a verla
sólo por haber roto una promesa.
Tal
vez por ese historial de “reconciliaciones” es que mis (arriba mencionadas) confidentes
me llegan a preguntar “¿Y no te ha contactado?” me resulta contraproducente
cuando me cuestionan eso: primero viene un amago de pequeña sonrisa, con la
simple idea de que volvamos a retomar el contacto, pero es un pensamiento muy
breve porque, de inmediato, recuerdo que me dejó claro que no siente lo mismo
que yo y mi tristeza interna vuelve a retomar su trono. Tendré que aprender a
vivir con el remordimiento y la tristeza que yo mismo generé.
Además
de estos escritos, hay una herramienta que me está sirviendo para sacar el
dolor de manera paulatina: la música. De vez en cuando encuentro canciones ya
conocidas pero que, en el momento en que estoy, parecieran nuevas o, mejor
dicho, les pongo una atención diferente y me llegan a lo más profundo del pecho.
La
versión en concierto de “Here comes the Flood” es una belleza que me caló
hondo, el sentimiento con el cual la interpreta Peter Gabriel es magistral, una
honestidad inigualable, una pureza inmensa que motivó que mis lágrimas brotaran
y llorara junto al reproductor mientras duraba la melodía.
Otra
obra de arte que me taladró el corazón fue “Black” de Pearl Jam. Una canción
tan sublime, tan real, tan potente, tan dolorosa, tan humana, tan triste, tan
perfecta que ha quedado tatuada en mi inconsciente, la verdad es que no pude (ni
intenté) evitar el cuantioso llanto que me provocó.
I know you'll be a sun in somebody else's sky,
But why, why, why can't it be, can't it be mine?” from the song “Black” (Pearl Jam)
Y así voy, me
conecto con alguna canción, me desahogo mientras dura, me repongo y vuelvo a
pretender que todo sigue normal.
Regresando
al ahora, se siente bien tener una casa limpia, espero volver a hacer el aseo con
la frecuencia de antes. De igual forma se debe sentir volver a tener el alma
limpia, obvio aún no llego a ese punto, pero hoy saqué un poquito de ese pesar
y me siento un poquito mejor. Me consuela que estoy volviendo a agarrar ritmo
de escritura, igual y vuelvo a la fluidez de antes e, incluso, volver a
escribir en mi otro blog que lo tengo abandonado.
Lo
que sí extraño, y espero retomar pronto, es leer. Vaya que extraño leer pero,
por el momento, no estoy fluyendo con las lecturas. Tengo muchas libros
pendientes que quiero empezar, quiero olvidarme de mi y perderme en la historia
de muchos otros personajes y vivir, a través de ellos, esos ideales de la humanidad que cada vez encuentro más difícil de encontrar en la realidad.
Y
también quiero recuperar esa hambre por viajar, mi jefa ya me pidió que planee
mis vacaciones del próximo año pero, por más que busco a dónde ir, no más no
hay nada que me llene el ojo como en su momento me apasionó el planear los viajes
que realicé este año.
Paulatinamente
debo recuperar mi vida. Ya no puedo volver a ser el de antes, no después de conocerla,
pero puedo volver a recuperar mi paz interna y tener una existencia plena (o
por lo menos eso espero).
Bueno,
logré el objetivo de este escrito: sacar algo de lo que llevo dentro. Como
exprese en el de “Apatía existencial”, ahora sólo me queda seguir escribiendo
de otros temas (aunque no tenga sentido), para empujar éste y enterrarlo, y así
reducir el número de potenciales lectores que se enteren de mi patética forma
de reaccionar ante el amor de mi vida (aunque yo no sea el de ella).
Hebert Gutiérrez Morales.
domingo, 16 de noviembre de 2014
San Francisco: Un Estados Unidos elegante (Parte 1).
Mi familia
no viajaba mucho, de hecho mi mundo hasta los 25 años se componía del DF, Estado
de México, Puebla y Veracruz, con alguna salida ocasional a Morelos o a
Tlaxcala. Obviamente mi visión global era muy limitada, así que no tenía muchas
esperanzas de conocer lugares lejanos dentro de mi país, ya no digamos el
extranjero.
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El Selfie obligado en el Golden Gate |
Sin
embargo había una pequeña excepción.
Como
ya comente en este otro escrito, fui un niño extremadamente católico, por lo
que uno de los modelos a seguir era el Santo que corresponde a mi fecha de nacimiento:
San Francisco de Asís. De hecho, era tal mi identificación que hasta leí su
biografía entera y aún tengo la intención de conocer la población de Asís en
Italia (Eso de la programación católica sí que cala profundo ¬_¬U).
Tal
vez esta identificación viene de mi nombre no oficial: cuando me bautizaron y
el cura preguntó “¿Cómo se va a llamar el engendro?” le dieron mi nombre, a lo
que el Sacerdote dijo “¿Qué pinche nombre es ése? ¡Ni madres! ¿En qué fecha
nació la criatura?” Al decirle que fue el cuatro de Octubre el gandaya del
Padre dijo “Ok, entonces se llamará Hebert Francisco”. ó_O
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Vista de San Francisco desde Alcatraz |
Para
mi fortuna, eso aconteció después del registro civil, así que el padrecito se
la peló y oficialmente sólo me llamo Hebert. Sin embargo, debido al férreo yugo católico con el que fui educado, siempre me identifique con el nombre Francisco
y con el ya mencionado Santo de Asís.
En
fin, después de este choro mareador, hereje y biográfico, creo que les ha
quedado claro de dónde viene ese profundo sentimiento de conocer la urbe
californiana sobre la bahía. Aunque el querer conocerla fue por anhelos
infantiles, fue hasta la semana 18 del año pasado en que se consolidó la
intención y, al final, el adulto en mí quedo muy, pero en verdad muy, fascinado
por la mejor ciudad que he conocido en mis 38 años de existencia.
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La Calle Lombard |
Majestuosa
Ciudad junto al mar
San
Francisco es como un cuadro de Edward Hopper, en donde se nos muestra ese
Estados Unidos antiguo, elegante, inocente y puro. Esa sensación de nostalgia
que me da ver un cuadro de Hopper lo experimente en muchas ocasiones en este
lugar tan hermoso y profundo, con una personalidad única. Ese toque clásico
que, supongo, alguna vez tuvo el país de las barras y las estrellas pero que
ahora es sólo recuerdo de un pasado glorioso.
Tal vez porque nací en una pero, me he dado cuenta, que amo las poblaciones que están junto al mar,
siento una especie de libertad al experimentar la brisa marina sobre mí. San
Francisco es una ciudad increíblemente ventosa, el viento sopla de manera
constante y potente, a toda hora del día por lo que envidie a Augusto y su look rapado ya que, invariablemente, valía gorro que me peinara a diario, porque
siempre acababa despeinado.
La ventaja de estar
en una urbe tan excéntricamente libre, es que en realidad no importaba mucho el
estado de mi cabello porque, sin importar fuera una maraña, aun así estaba
mejor peinado que muchos otros, por lo que fue un tema que dejó de preocuparme.
Así que cuando llegaba a la bahía, simplemente disfrutaba el olor del mar con
una sonrisa en el rostro.
La magnificencia de
San Francisco te agobia, te llena, te rebasa. Es increíble cómo puedes ver tantas
facetas en un mismo lugar, con barrios bien definidos y tan distintos el uno
del otro pero que viven en armonía y en perfecto equilibrio. Es algo imperdible
de ver, no imaginaba que una ciudad tan diversa pueda coexistir tan bien, hasta
que lo constatas en carne propia, captas su esencia, caminas por sus calles,
convives con su gente, comes en sus restaurantes y te mimetizas a su ritmo. San
Francisco es tan generoso y radiante que es inevitable no sentirte feliz por
estar ahí.
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Japanese Tea Garde |
Es un lugar tan
bonito que hasta parece que lo pusieron así para las visitantes. En México,
cuando hay una visita importante, te esmeras en tener todo limpio y arreglado
(y hablo a todos los niveles, desde casas hasta gobiernos, pasando por
empresas, negocios, escuelas, locales, etc.). San Panchisco está tan bello que
parece que lo acaban de limpiar, pintar, podar, retocar y embellecer sólo para
que tú, como turista, te lleves una buena impresión.
¡Pero no! La ciudad
es bella per se. Ves el amor propio de los San Franciscanos de tener su hogar
en un estado impecable, porque lo quieren y ellos se quieren, por eso merecen
vivir en “The City” como la llaman ellos (y vaya que lo afirman con razón).
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Napa Valley |
Clima
Esta
ciudad es tan cambiante como su clima, y es que puedes experimentar tantas
versiones de San Francisco como diversas temperaturas a lo largo del mismo día.
En la misma jornada podía amanecer fresco, luego se tornaba caluroso, pero
había niebla, luego llovía para después brillar el sol de manera radiante,
provocando un calor intenso y cerrar el día con un frío que te calaba hasta los
huesos.
Sea
el clima que fuese, el tiempo que durase, lo hacía con intensidad, con actitud,
muy ad hoc a la personalidad del lugar. Lo chistoso del asunto es que un clima
tan intenso me daba una sensación de confort, me sentí bien cuando hacía frío
(nostálgicamente bien sería lo correcto) y me sentía muy feliz cuando hacía
calor. De igual forma, cuando soplaba el viento o nos empapaba la lluvia, me
sentía muy a gusto con los elementos. Ese clima cambiante es parte del estilo
de un lugar tan cautivador.
Choferes
He decidido que, en
la medida de lo posible, ya no voy a rentar Auto en Estados Unidos, ya que los
sistemas de transporte son muy eficientes, por lo menos en las grandes urbes. Como
contratamos algunos tours, pues todo el tiempo andábamos bajo el cuidado de
algún chofer, y vaya que no tocaron algunos muy pintorescos, de los cuales voy
a resaltar a tres.
Igor, un ruso muy
ocurrente, que nos llevó a los bosques Muir y a Sausalito, además de regalarnos
las mejores vistas del Golden Gate en un par de miradores. No he coincidido con
muchos rusos en mi vida, pero éste es el primero que conozco con un humor muy
prendido, muy latino, la verdad nos la pasamos de lujo, nos dio muchos tips de
los lugares a donde íbamos, nos trató con respeto y nos hizo el día MUY
divertido, nos puso canciones, nos hacía bromas en buena lid y siempre procuró
que nos la pasáramos muy bien. Sin duda, Sausalito y los bosques Muir los
disfrutas por ser lugares muy bellos, pero el que nos haya llevado Igor nos
hizo la experiencia aún más placentera.
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Haight-Ashbury |
El que nos llevó a
la Ruta del Vino, me parece que se llamaba George, lo recuerdo por ser el
primer negro que me habla con una dicción perfecta: ¡le entendí todo! Era un
señor grande (creo que ya rondaba los 70), pero estaba muy bien informado de
los lugares a los que nos llevó. Lo que no me gustó es que, a diferencia de
Igor, éste nos puso tarifa para la propina, algo que me pareció de mal gusto,
independientemente del buen servicio que nos haya dado. Eso se da voluntariamente,
el pedirlo demerita la buena voluntad o generosidad al darlo.
Finalmente, un chofer
muy peculiar fue que nos llevó al Golden Gate, de éste no sabía el nombre
porque era del transporte público. Al inicio parecía molesto, ya que hablaba
muy fuerte y golpeado pero, con el paso de las paradas, nos dimos cuenta que
ése era su estilo y que hacia su trabajo con alegría. En cada parada te iba
diciendo las conexiones y lo que había de interesante en la misma. Tal vez a
los SanPanchisqueños les resultara molesto pero, como visitante, agradeces toda
esa información gratuita que te dan, un buen servicio al cliente.
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Haight-Ashbury con Ben & Jerry's: Combinación perfecta |
Haight
Ashbury
La
intersección entre las calles Haight y Ashbury sirve de punto céntrico para uno
de los barrios más mágicos, cautivadores, irreales e increíbles que haya
visitado en mi vida: Haight-Ashbury.
Este
barrio es la zona Hipster/Hippie de San Pancho o, mejor dicho, es la zona más
Hipster/Hippie de San Francisco, porque en sí la ciudad es muy diversa, a pesar
de ser tan Occidental. Tal vez no al grado de Berlín pero, para ser Estados Unidos, SanFran es bastante alternativa.
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Psicodelia en Haight-Ashbury |
En
la primera tienda que entramos el incienso olía delicioso (me gusta pensar que
era incienso esa fragancia tan embriagante), había tiendas psicodélicas,
Vintage, cafecitos bohemios y una serie de personajes tan inverosímiles que
nadie reparó en un tipo que iba caminando completamente desnudo por la calle,
escuchando tranquilamente su música.
Dentro
de una ciudad con tanta personalidad, encontrar un lugar que resalta más como
Haight-Ashbury es bastante remarcable. Tiene un toque fresa, hippioso, espiritual,
hipsteriano, pacheco, rockero, punketo y demás. Definitivamente mucho de lo que
ahí vendían no era de mi estilo, lo cual era una verdadera lástima porque
encontré prendas maravillosas pero que, sabía, no iba a usar nunca así que, con
todo el dolor de mi corazón, las devolví al gancho. Pero, precisamente por ser
tan distinto, Haight-Ashbury me enamoró, siendo el único lugar al que
regresamos una vez más de manera voluntaria por toda esa personalidad y
originalidad que encuentras en cada paso.
Alcatraz visto desde el Pier 40 |
Sin
duda alguna, cuando vuelva a San Panchisco, Haight-Ashbury será uno de los sitios
a los que no sólo regresaré, sino que me daré el mayor tiempo posible para
recorrerlo a consciencia. No importa que no compres nada, el simple hecho de
pasearte por sus distintos locales ya es una experiencia que vale la pena per
se.
Indigentes
Ya
traté el tema del Socialismo y Capitalismo ampliamente en mi segundo ensayo sobre Cuba pero, algo innegable y a la vista, es que en dicha Isla NUNCA vi a
un solo indigente. Cierto, TODOS están jodidos, pero un indigente ¡jamás!, tal
vez el cubano era demasiado orgulloso para dar lástima o vergüenza como
mendigar en la calle. Es cierto que te piden dinero, pero siempre buscan
ganárselo de alguna forma.
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Nuestra casa durante una semana |
En
San Francisco vi más hindúes, chinos e indigentes que mexicanos, gays o hippies
que, en teoría, iban a dominar el espectro de la ciudad. De los lugares que he
visitado, tanto fuera como dentro de mi país, nunca había visitado un lugar con
tanta gente mendigando en la calle, ni siquiera en Las Vegas. Eso sí es algo
triste de San Panchisco, no conozco el motivo, pero es imposible que pases por
una calle, algún parque, parada de autobús, cruce, puente y lugar que me
mencionen sin que te encuentres a alguien pidiéndote dinero.
Lo
triste del asunto es que son tantos que fácilmente los empiezas a ignorar y a
tomarlos como parte del paisaje (una actitud muy común dentro de estas
sociedades capitalistas en la cuales vivimos). Pero hubo dos casos que no pude
dejar pasar e ignorar como al resto.
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La Isla del Ángel, una auténtica belleza |
Iba
caminando a solas por los muelles, y noté que se aproximaban dos indigentes,
pero uno de ellos vestía la playera del Boca Juniors, lo cual me llamó
poderosamente la atención así que, cuando nos cruzamos, me enfoqué en su
plática y ¡estaban hablando en español! Y con acento nativo, no con ése
característico con el que hablan los que viven en Estados Unidos, no pude
identificar el tono pero ciertamente eran de Sudamérica.
No
sé por qué, pero eso me puso triste. En mi inconsciente he aceptado que los gabachos se tiran al suelo y se rinden a la vida, por lo que prefieren ser
indigentes y vivir de caridad en lugar de luchar. Y no sólo los gringos, en
cualquier parte del mundo debe haber gente así. Pero, que un latino vaya a
Estados Unidos a dar pena ajena, me deprimió y decepcionó bastante, me pareció
triste en exceso. Ok, vas a pedir limosna, de acuerdo, ¿pero es necesario que
vayas a otro país? ¿Duele tanto humillarte en tu tierra que prefieres hacerlo
en un lugar en donde no te conocen? Si es tanta tu vergüenza ¿Por qué no te quedas y luchas? En fin, pedos míos y que el Señor ése con la camiseta del
fútbol argentino sea feliz con sus decisiones.
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El puente de la bahía que conecta con Oakland |
El
otro caso se dio en Union Square. Íbamos caminando hacia el Hotel cuando vimos
en la esquina a un Nito (para que no digan que abuso del término Negro) grande,
fuerte, saludable y con la vestimenta aún en perfecto estado ¡mendigando! Esto me
resultó chocante, después de ignorar tanto indigente andrajoso, mugroso y
desamparado por tantos días, ver a alguien que aún muestra algo de limpieza y salud
rebosante, resulta deprimente. “Creo que es un novato” le comenté a Augusto,
atestiguamos el nacimiento de un indigente, alguien que ya se había rendido y
que iniciaba su camino en esto de la mendigada. Eso también me entristeció un
poco, no lo conocía ni nada, pero se veía bastante pleno como para encontrar trabajo en lugar de recurrir a la caridad.
Cada
cual tiene sus límites y nos quebramos a distintas intensidades de problemas.
Estilo
Si
algo tiene esta ciudad es estilo. Y que conste que no está considerada dentro
de las grandes capitales de la Moda, pero a los “San Francisqueños” parece no
importarles demasiado. Pareciera que todos los habitantes de este lugar
recibieron un adiestramiento tipo “vístete como quieras pero hazlo bien”.
Para
un lugar tan diverso hay algo que todos comparten, y es esa idea de estilo que
todos respetan, tal vez no compartan el mismo género, pero sí se las compras,
porque se ven exactamente como lo que quieren aparentar. Como que todos
comprenden que hay una imagen que mantener de la ciudad y no desentonan con
ella.
Creo que (otra vez)
estoy pachequeando, voy a tratar de resumir: En San Francisco no vi a alguien
mediocre en su atuendo, podrán ser pandrosos, elegantes, deportivos, relajados,
cuadrados e incluso indigentes, pero todos se casan con su estilo y son fieles
a él.
Sonoma |
Aunque
sí había algo que el 80% de los que estábamos en San Francisco compartíamos:
los lentes oscuros, a pesar de los breves momentos de lluvia o del viento que
te calaba, el sol era algo casi omnipresente en la ciudad y, como van muy ad
hoc a la misma, el usar lentes contra el sol es casi una obligación, lo cual te
hace sentir más nice, muy chic, como más cool (¡y me encantó!)
Pero
va más allá de los atuendos, la urbe en sí tiene una esencia única pero, al
mismo tiempo, muy variada. Ves un SanFran diferente en los muelles al que vez
en el distrito financiero, el que ves en Misión Dolores o en el Golden Gate
Park, parecieran ciudades distintas, pero son una sola. Además lo que percibes es
tan real que no cuestionas, sólo disfrutas.
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Las banderas que ha tenido California en su existencia |
California
y México
En
la Ruta del vino por el valle de Napa, nos detuvimos a comer en el pueblecito
de Sonoma. Y ahí recibí un shock cultural contra una de las creencias más
arcaicas que había arrastrado conmigo desde épocas escolares.
No
lo voy a negar, desde niño aprendí a odiar a Estados Unidos por habernos robado
la mitad del territorio nacional (Texas, Arizona, Colorado, Nuevo México,
California, Nevada y hasta Utah), y los detesté con pasión a lo largo de mi
vida.
Durante
nuestros tours por San Francisco y sus alrededores, tuve la oportunidad de leer
algo de la “otra versión” de los hechos, algo que me resultó muy doloroso, pero
que tenía que hacer.
Aunque
ahondaré más sobre este tópico en mi escrito de Nueva York, fue interesante
leer la versión que los Gringos cuentan de cómo se anexaron la mitad de nuestro
territorio.
Algo
que empecé a reflexionar en Las Vegas y terminé de aterrizar en San Panchisco
es que, a pesar de la injusticia y mi enojo, lo mejor para esos territorios fue
que Estados Unidos los tomara.
Me
purga escribir esto, pero no por ello deja de ser verdad: Sin el empuje y
visión de los Estados Unidos, los lugares arriba mencionados, no estarían tan
desarrollados, cuidados ni serían tan productivos si se hubieran quedado en el
territorio mexicano.
Más
que estar enojado con los gabachos, mi furia ahora es contra mi cultura por
tres razones:
1)
Por no ser los suficientemente
osados para defender el territorio con todo lo que teníamos, hubiese sido
preferible perder o ganar todo que sufrir la humillación de ser sobajados
cediendo la mitad.
El Golden Gat visto desde Marin County |
2)
Por valorar de manera retroactiva
dichos territorios cuando, en dicha época, ni los pelábamos, en realidad eran
tierras que a nadie le importaban.
3)
Porque seguimos con la misma
actitud. Tenemos tanto por desarrollar y cuidar y seguimos siendo irresponsables con lo mucho que aún tenemos, y que no cuidamos ni apreciamos,
pero seguimos anhelando lo que perdimos. Por ser una cultura conformista y segundona.
Me enoja tener que alabar a los gringos, sobre todo con sus manías, ideologías
y manipulaciones. Sin embargo, al final, demuestran que han logrado más que
nosotros, y eso sí me da mucho coraje, porque nosotros tenemos todo para dar
más y simplemente no nos ha importado.
(Hasta aquí mi berrinche ¬_¬,
sigo con el escrito)
Sausalito
y los bosques Muir
Pasando
el Golden Gate, nos encontramos con el Condado de Marín, el cual visitamos y
tuvimos experiencias muy padres. Como ya comenté arriba, Igor nos llevó el
mismo día a los bosques Muir y a Sausalito, dos de mis lugares favoritos de
este viaje.
Los
bosques Muir se componen de los Secoyas, aunque no los más gigantes, pero estos
también eran imponentes, porque nunca había visto árboles tan grandes como los
del bosque Muir. Un parque nacional muy bien cuidado, en el cual entras (casi)
en automático en un estado de relajación y comunión con la naturaleza. Aunque es
enorme, en teoría, con un par de horas tendrían suficiente para disfrutar de lo
básico de esta belleza natural.
Después pasamos a Sausalito,
un pueblito mágico y pequeño pero nada pobre, de hecho tiene una población muy
pudiente. Si vivir en San Francisco es caro, comprar una propiedad en este
pueblito es inclusive más oneroso.
Pero
hay una deliciosa dicotomía en este lugar, a pesar de estar conformado por
gente rica, el ambiente que se respira en el mismo es en extremo relajado y
natural, podrías pensar que estás en un buen barrio de clase media, de no ser
por todos los botes en el muelle y coches de lujo que ves estacionados.
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Sausalito |
Es
más, para ser un lugar de gente adinerada, los precios en Sausalito eran muy
baratos a comparación del resto de lugares en SanFran: los helados, souvenirs y
la comida más barata los encontramos en Sausalito, algo que resultó en una
agradable sorpresa.
Sin
duda un lugar utópico, en donde la gente puede estar podrida en dinero, pero no
por ello son pedantes o maleducados, se notaba en el ambiente y era imposible
no ponerte de buenas. Es más, una semana después, en Nueva York, me puse mi
playera de Sausalito y, para mi sorpresa, cuatro personas en distintos lugares
me la chulearon y me preguntaron si había estado ahí, porque ellos vivían ahí o
lo visitaban frecuentemente. No me esperaba que un pueblito tan chiquito y,
relativamente, desconocido causara tantas reacciones en una urbe como NY.
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Coloridas Casas en Haight-Ashbury |
Sausalito es, sin
duda alguna, otro lugar obligado a visitar en los alrededores de San Pancho.
Y bueno, ya no voy
a alargar más esta primera parte porque aún queda más por compartir. Pueden
leer la siguiente entrega dándole click a este enlace.
Hebert Gutiérrez Morales
sábado, 15 de noviembre de 2014
San Francisco: Un Estados Unidos elegante (Parte 2)
Continuo
por este recorrido puntual por tantas cosas que valen la pena en la urbe mágica
conocida como San Francisco.
Su servidor sacando fotos desde la Isla del Ángel |
La Isla
del Ángel
Otra
de las cosas que incrementa la calidad de vida en San Francisco es la generosa
variedad de lugares naturales que hay en su interior y alrededores.
Cuando
uno piensa en Islas en la Bahía, de inmediato se viene a la mente Alcatraz,
lugar que me encantó (y del cual escribiré en la tercera entrega), pero la que
más me fascinó fue la Isla del Ángel.
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Playa en la Isla del Ángel |
No
conocía dicho lugar pero, dentro de las investigaciones previas que hago antes
de cada viaje, vi que muchos la recomendaban en Trip Advisor, así que
reservamos un Tour para conocerla, y vaya que fue una excelente decisión.
La
Isla del Ángel es un lugar rebosante de historia y naturaleza: fue la puerta de
entrada para inmigrantes por el pacífico, fungió como fuerte para los
españoles, así como en la guerra civil estadounidense, también fue base de
misiles nucleares en la guerra fría, entre otras funciones que tuvo.
Alcatraz y San Francisco vistos desde la Isla del Ángel |
Aunque sus lugares
históricos son en extremo interesantes, los senderos para caminar, correr o
andar en bici eran excepcionales, una delicia para los amantes de la naturaleza.
También podías hacer un picnic o simplemente echarte a la sombra de un árbol.
Nada de basura, todo bien cuidado pero dejando que flora y fauna se explayaran,
había momentos en los que podías sentirte como en una isla totalmente virgen y
silvestre.
Ame la isla del
Ángel, sin duda mi corazón latió con mucha intensidad mientras estuvimos en
esta ínsula justo detrás de Alcatraz. Cuando visite este hermoso lugar o los bosques
Muir, pensé con asombro e indignación “Es increíble cómo ellos cuidan la
naturaleza, la respetan, la valoran y la promueven, mientras que nosotros
destruimos lo que nos queda, y eso que tenemos más”.
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El Golden Gate visto desde la Isla del Ángel |
Para mi tristeza no
todos valoraban el tesoro natural que tenían en esta región porque, en ambos
lugares, llegue a escuchar a gabachos estúpidos que decían “¡Qué lugar tan
aburrido! ¡Mejor vámonos de compras al Pier 39 o a Union Square!”. Triste que
no valoren tesoros naturales tan bellos y majestuosos.
Transporte
Algo
que me llamó la atención es la cantidad de Taxis, ¡porque casi no hay! y es
obvio, el sistema de Transporte en San Francisco es eficiente como pocos.
Augusto y yo tuvimos a bien comprar un pase que nos daba transporte público
ilimitado y ¡vaya que le sacamos provecho! Llegábamos a cualquier lado súper
rápido y súper cómodos, ya fuera en camión, Tranvía o Metro. Ése es otro toque
que hace a San Francisco diferente: los Tranvías.
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Los icónicos Tranvías de San Francisco |
Y
no sólo me refiero a los Tranvías clásicos que son icónicos de SanFran, el
Tranvía en sí es un medio muy socorrido en la ciudad, y muy eficiente. Nos
comentaron que los tranvías que “retiran” de otros lugares, son acondicionados
e instalados en el sistema de transporte público, así que ves vagones de
distintos estilos, pero todos funcionando de manera impecable y cumpliendo sus
rutas y sus tiempos. Tal vez no a los niveles de eficiencia del transporte
público en Berlín, pero la diferencia no era mucha.
Pero
tampoco es de a gratis que tanta gente use el transporte, y es que los
estacionamientos en San Pancho son obscenamente caros, así como tener autos
(California es de los estados más estrictos con las emisiones y los seguros,
además de la que más impuestos tiene para los automovilistas).
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Hermosas casas estilo victoriano |
En
realidad el MUNI (el sistema de transporte más utilizado y grande de San
Pancho, el otro es el BART), es tan eficiente (en tiempo, dinero y esfuerzo)
que tener un coche te limita horrores. Porque debes buscar dónde estacionarte
cerca de tu destino, mismo que es muy caro, así que debes correr para tardar lo
menos posible y no pagar una pequeña fortuna en el Parking. Es chistoso, porque
en México necesitas coche para tener libertad de movimiento, caso contrario a
San Pancho, en donde te limita.
Condición
Física
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El Sol sobre la bahía |
A
pesar de la calidad de transporte público, la gente en San Francisco camina
mucho, y se nota en su fisonomía, condición y trajín: ¡Pero qué bárbaros!
¡Caminan súper rápido! Eso es algo que me hizo notar que casi no vi gente obesa
en este viaje, la gran mayoría estaba en forma o, por lo menos, se notaba que
es esforzaban por cuidarse.
Además,
con tanta calle inclinada, uno desarrolla una condición física tremenda, aunado
a que el ritmo de vida es vertiginoso. Veías las piernas de las personas y se
notaba el ejercicio físico que normalmente hacían.
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El Valle de Napa |
Tal
vez no sean tan neuróticos con la elegancia de sus prendas, al haber estilos
tan diversos, pero algo que sí note es el cuidado que le ponen a su salud
física. Esto lo veías en la cantidad impresionante de gente que vimos
corriendo, a toda hora y en todo lugar, y soy literal A TODAS HORAS Y EN TODOS
LADOS, siempre encontramos a alguien corriendo, nunca había visto un lugar con
tantos corredores. Salía en las madrugadas a correr (para que nos rindiera más
el día) y había bastante gente trotando, y así durante el día, hasta el la
noche, cuando regresábamos al hotel, había muchos corriendo.
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Japanese Tea Garden |
Pero no sólo en la
actividad física se ve el cuidado de los “Panchisqueños”, también se nota por
la enorme cantidad (y calidad) de lugares en donde vendían comida saludable:
ensaladas, comida orgánica, restaurantes vegetarianos, veganos, etc. Obvio
también había muchos locales de comida no sana, pero la cantidad de locales
sanos era considerable. En realidad era cuestión de voluntad y podías comer
sano todos los días (obviamente nosotros NO tomamos esa opción, pero era bueno
saber que había comida saludable ¬_¬U)
Aunque no fue
necesario comer sano. Este lugar tiene un ritmo tan propio que si no estás en
forma es porque no quieres ¿Por qué lo menciono? Porque en todos mis viajes
anteriores a Estados Unidos, siempre subía un par de kilos, a pesar de caminar
mucho y correr a diario; en SanFran hasta baje un par. Obvio también caminamos
bastante (Augusto me odio a más no poder por ello), pero no cuidamos la
alimentación. No sé cómo explicarlo, es la ciudad en sí, es muy física.
Haight- Ashbury |
Se puede argumentar
que es el stress, y habrá parte de razón, pero no sentía la tensión del clásico
estrés citadino. Era un estrés de “Debo llegar a mi cita” pero no de manera
obsesiva, sino muy ubicado (otra vez estoy pachequeando). El caso es que la
ciudad te obliga a caminar, te guste o no y eso es padre, por lo menos para mí
que me encanta hacerlo.
Sociedad
Consumista
El Pier 39 |
Juro,
por la esencia de mi difunta Osita, que en verdad no iba a comprar nada en este
viaje, sólo los Souvenirs de rigor, pero nada más. Por si las dudas, y
conociendo los antecedentes consumistas cada vez que viajo al Gabacho, lleve un
dinero adicional por si hacía falta ¡Y me lo gaste!
No
sé, si conocen a alguien que haya viajado a Estados Unidos y que haya logrado
no gastar o, se las dejo más fácil, si conocen a alguien que sólo gastó lo que
tenía presupuestado, por favor, pásenme el contacto, quiero saber cómo demonios
le hace para controlarse O_ó.
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Puerta de entrada a Japan Town |
Y
que conste que en mis otros viajes no me pasa: llámese Alemania, Costa Rica,
Cuba o el interior de México, en ningún lugar me dan esos pinches ataques de
consumismo que sólo me dan en Estados Unidos.
Cada
día le decía a Augusto “Se acabó, ¡ya no voy a comprar nada más!” para que esa
misma noche regresara con alguna nueva porquería que se me había cruzado en la
jornada. Mi amigo, aunque no al mismo nivel, también se vio seducido por la
variedad y precios porque más de tres veces le escuche decir “Con esto ya cerré
mis compras”, sólo para adquirir otra chunche al día siguiente.
Y
es que entras al Pier 39 y hay demasiadas cosas bonitas, creativas o llamativas
(aunque muchas inútiles) que es imposible que no te cautive algo. Lo mismo en
la calle Market, en China Town o en la zona de Union Square, la cantidad y
variedad de los negocios te acaban seduciendo para que acabes adquiriendo algo.
Hay
tanto por comprar: mercancías inútiles, otras muy ocurrentes, inclusive cómicas muchas con precios irrisorios, pero te la
presentan de forma tan irresistible que es imposible negarse. Es más, muchas
veces me decía “No puede ser, no necesito esto ¡pero está tan barato y bonito
que me sentiría mal si no me lo llevo!”. En fin, creo que soy administrado y
tengo cierto grado de auto control, no quiero imaginar el efecto que este país
tiene en esas personas que son consumistas en México.
Civilidad y tolerancia
No importa cuántas
veces visite el primer mundo, creo que nunca me voy a acostumbrar a que el
peatón tenga la preferencia y no el coche, caso contrario de lo que pasa en la
cultura irrespetuosa en la que vivo, en la que uno debe salvaguardar su vida en
todo momento.
Siempre que salía a
correr me encontraba con la penosa situación de que me esperaba a que pasara el
coche cuando, al mismo tiempo, él se detenía a esperarme a mí “¡Ah sí!
¡Chingao! ¡Tengo la preferencia aquí!” es lo que pensaba cuando retomaba mi
paso. Y digo penosa porque pude haber sido eficiente, mantenido mi paso y
evitarle un enfrenón al automovilista, pero aun así se detenían y me cedían el
paso. Hasta ganas tenía de decirles “Sorry, I’m mexican”, pero ya era demasiada
pena como para andar quemando a mi país en público.
Además
de los muchos corredores, la bicicleta es un medio de transporte muy socorrido
en esta ciudad, y hay una cultura de respeto hacia los ciclistas, inclusive van
en las calles, en medio de los autos, y se les trata como si fuera otro
vehículo motorizado, le dan su espacio, no les echan lámina, y el ciclista
corresponde al utilizar carriles de baja velocidad y marcando sus vueltas.
Pero
no sólo eran civilizados, sino ampliamente tolerantes y respetuosos, lo ves en
la reacción nula al ver parejas homosexuales, gente con indumentaria bastante
agresiva para la vista (Sorry, los tatuajes y los piercings me son ampliamente
desagradables) y de todas las clases de vestimentas tanto religiosas como culturales
de lo más llamativas. Obvio notabas la mirada disimulada de la gente, pero
NADIE hacía algún comentario o alusión grosera, todos disimulaban perfectamente
indiferencia. Tal vez no lo acepten del todo pero han aprendido a respetar y
ése es un gran logro.
Gente Feliz, ciudad feliz
A estas alturas ya
debería resultar obvio pero, aclaro, seguramente este comentario es altamente
subjetivo ya que quede enamorado de San Panchisco (en realidad todo el blog es
subjetivo, así que está de más esta aclaración).
Tal vez no al nivel
de Las Vegas, pero SanFran me dio una grata sorpresa con la amabilidad de su
gente. En restaurantes, en hoteles, en tiendas, en el Bus y en cualquier lugar
en donde estábamos, la gente siempre se mostraba amable y dispuesta a ayudar.
Eso era algo que no me esperaba en una ciudad tan “nice” y donde, uno supone,
las personas están ocupadas y en sus asuntos.
Tengo la impresión
que la gente en San Francisco es feliz, y esa felicidad se refleja en el
cuidado que le ponen a su hogar. A la gente le importa que las calles estén
limpias, las casas impecables, los autos en orden, las mascotas cuidadas y los
parques radiantes.
Y no sólo es lo
material, también son civilizados, te responden las dudas, te dan indicaciones,
te ceden el paso, respetan al prójimo y a la naturaleza, un comportamiento que
se refleja en la urbe más linda que he conocido, y se refleja en el amor que
sus habitantes le brindan. Además esa actitud demuestra su interés en que
también conozcas y disfrutes de su ciudad, son generosos y están orgullosos de
ella.
San Panchisco resulta
doblemente bello cuando te enteras las dificultades por las que ha pasado,
porque ha sido seriamente dañado por terremotos e incendios, dejándolo
literalmente en escombros y cenizas ¿qué hizo la gente al respecto? Pues
reconstruirlo y dejarlo lindo nuevamente, comprometiéndose con su hogar y
tratándolo como tal, no abandonándolo porque “ya no está bonito”.
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Vista saliendo del túnel de los baños Suthro |
Eso me resonó mucho
de regreso, porque ellos no esperaron a que alguien viniera a ponerles
presentable la ciudad, ellos mismos la hicieron bonita y, con ayuda del
gobierno, es más fácil mantenerla así.
Me entristece al
ver la actitud mexicana que tenemos en situaciones similares, en donde no nos
importa lo que afecte a los demás mientras no nos afecte a nosotros o, peor
aún, aunque nos afecte a nosotros no hacemos nada porque beneficiaría a los
demás “¿Por qué lo voy a arreglar yo? No lo descompuse, no fue mi culpa” es muy
común escuchar al momento de encontrar soluciones que nos atañen a todos.
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Mi Sombra bajando de Russian Hill |
Queremos que
alguien venga a limpiarnos la ciudad, la deje bonita, haga que todos lo demás
respeten las reglas y ¡ahora sí! Estamos listos para comportarnos con civilidad
y respeto. El cambio empieza por uno mismo y, tristemente, sigo corroborando
las razones de por qué mi país está como está. Por lo menos, con cada viaje, ya
no es el mismo impacto inicial de la primera vez que fui al primer mundo y me
alegro, porque no podría con tanta depresión cultural y dejaría de viajar.
Lo cual no quiere
decir que me siente y acepte las cosas tal cual, por lo que a través de
acciones personales, quiero que mi país sea más desarrollado (en todos los
aspectos). Tal vez nunca lo llegue a ser, pero por lo menos por mí no habrá
quedado.
Recorriendo
las Calles-Colinas
Ya sé que redundo
mucho, uno de mis más grandes defectos como escritor, pero algo que disfrute
horrores de San Pancho fueron sus calles, las AMÉ profundamente. Las amé como
corredor y como turista. Sólo por recorrer nuevamente esas vías tan empinadas,
elegantes, diferentes, limpias y originales, volvería a dicho lugar.
Cada vez que
encuentro una calle empinada, surge en mí una sonrisa infantil y la necesidad
de subirla hasta la cima. Ahora imaginen el gozo constante de estar en una
ciudad repleta de ellas, es un auténtico sueño.
Pero también
resulta espectacular verlas desde la Isla del Ángel o desde Alcatraz: estás
perfectamente alineadas, con una simetría que nunca había admirado en ningún
otro lugar.
Creo que la calle
más empinada que encontré fue la de Taylor, con una inclinación bastante
pronunciada. Esta la recorrí tanto caminando como corriendo, y cada vez la
disfrute con alegría en el alma. Como la mayoría de SanFran, las casas están
lindas y las calles cuidadas, con muchos árboles y muy tranquilas.
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La Calle Taylor |
Obviamente
visitamos la calle más famosa de San Panchisco: Lombard, misma que tiene una
parte en donde la calle se quiebra de manera caprichosa, casi artística. Esta
sección es irreal, de ensueño, las jardineras complementan a la perfección un
paraíso urbano digno de la imaginación del más creativo de los niños. Lombard
es mágica, sientes un gusto enorme por simplemente recorrerla por las
laterales. Por los autos que la transitan, el paso por la calle está
restringido a peatones y ciclistas pero, en las madrugadas que corría, me la
eché tres veces, y cada una de ellas, fui feliz por dos razones: una por
recorrer algo que a otras horas no se podía y la otra por recorrer algo tan
mágico y especial.
Casa en la Cima de Russian Hill |
California Street
es otra calle icónica de San Francisco, una postal de las más conocidas es ver
al Tranvía pasando por esta calle, que es enorme, muy comercial y con una
personalidad muy propia.
Fueron muchas las
calles por las que pasábamos y cada una ya la tomábamos de manera familiar
cuando anunciaba la parada el transporte público: Sutter, Polk, Vallejo,
Stockton, Market, Sacramento y demás. Esa es otra característica de San
Francisco: te hace sentir como en casa con ese ambiente tan natural y
despreocupado que hasta de las calles te enamoras.
Barrios
Así como su gente, los
barrios de San Pancho son tan diversos como definidos, y cada uno de ellos te
regala una sensación distinta, como si visitaras distintas culturas dentro de
una misma ciudad.
45
Uno de los barrios
más conocidos es China Town, el cual está bonito, interesante y lleno de
negocios chinos. Conocerlo me quitó un pendiente de encima: ¡Por fin conocía un
auténtico China Town! Porque los que me tocó ver en Cuba y Costa Rica, sólo se
limitaban a la entrada, un par de negocios y nada más. El de San Francisco sí
está bastante amplio, concurrido y vistoso.
Aunque no estaba
tan limpio y reluciente como el resto de la ciudad, todavía me daba la impresión que estaba muy limpio
para ser como China, lugar en el que nunca he estado (ni me interesa conocer)
pero que tengo muy claro que es tan sucio (o más) como mi país.
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Catedral en el centro de Little Italy |
Ese presentimiento
se cumplió cuando pasamos por la sección más “auténtica” de China Town: la
calle Stockton. Ahí sí te sientes como en China, con la mugre, personas gritonas,
los olores “incómodos”, la gente caminando debajo de la acera, un caos muy
habitual en el DF pero que resulta chocante para una ciudad tan civilizada como
San Pancho pero, irónicamente, eso contribuye al ambiente tan único y especial
del lugar.
La otra cara de la
moneda la tenemos en Japantown, mismo que estaba limpio, cuidado, todo ordenado
y en armonía. Tal vez no sea tan grande ni tan llamativo como su contraparte
china pero, sin duda, Japantown también tiene su encanto.
Japan Town |
Otro de los barrios
endémicos de este lugar es Little Italy, el cual colinda palmo a palmo con
Chinatown. Por el estilo de las casas en San Pancho, la arquitectura de la
pequeña Italia no resalta mucho, no quiere decir que no fuera bella, sólo que
la diferencia era poca contra el estilo general de las casas en SanFran. Aun
así, gracias a los negocios (sobre todo de pizzerías y pastas), uno podía ver
claramente cuando estaba en esta sección de la ciudad. Muy agradable Little
Italy, los restaurancitos despedían olores que te hacían salivar y, en general,
un parte bella y tranquila.
El último de los
barrios “temáticos” de San Pancho (los que visitamos, porque había muchos más)
fue Misión Dolores, el barrio latino (predominantemente mexicano) de la ciudad.
Era como estar en una zona bonita de alguna urbe mexicana, al igual que el
resto de SanFran, limpia y con el toque mexicano en las casas, negocios y
vestimentas.
Puerta de entrada a China Town |
Pero también había
barrios menos “foráneos” y más “clásicos” de la ciudad, por llamarlos de alguna
manera.
Russian Hill fue
otra belleza que combina lo urbano y lo verde de manera excepcional. Las casas
hermosas, los jardines muy cuidados, las escaleras entre las jardineras te
hacen sentir un gozo infantil de recorrer como un laberinto, y la vista desde
la cima era un regalo maravilloso.
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Cathedral Grace en Nob Hill |
El simple hecho de
estar en Nob Hill ya es un regalo en sí. Obviamente lo que más resalta es la Cathedral
Grace, que mucha gente dice que les recuerda a Notre Dame en París pero como no
he estado en la ciudad Luz, pues no me atrevo a confirmar dicha percepción,
aunque sí está muy bonita la construcción. Pero no sólo es la Iglesia, enfrente
tiene un parquecito nada especial, de hecho está pequeño, pero es de esos
lugares en donde te sientes muy a gusto sin tener que hacer nada propiamente,
simplemente por estar ahí, dando gracias por estar en un lugar tan agradable y
lleno de vida, con niños jugando y parejas platicando y disfrutando el momento.
Y hasta aquí esta
segunda entrega del viaje a SanFran, en la tercera y última entrega comento los
puntos faltantes, como los famosos Golden Gate y Alcatraz, además de las
conclusiones del viaje. Esta tercera entrega la pueden leer en este enlace.
Hebert Gutiérrez Morales
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